Princesita, ¿Por qué lloras?; No soporto ver esas lágrimas deambulando como vagabundas por tus mejillas rosadas. Me ahogo en sus senderos y me lanzo con ellas desde el precipicio de tu barbilla.
Dame once minutos. O diez y la mano. Ese es el trato.
Te sacaré de este mundo por la puerta de atrás. Nadie nos ve, hazme caso, coge mi mano con fuerza y ponte este vestido hilado de curiosidad y esperanza. Quítate los zapatos, no los necesitaremos, vamos a chapotear en demasiados charcos y a pisar unas cuantas nubes negras.
¿Qué te hizo llorar? ¿Fue una canción?; Tal vez una despedida, un cielo encapotado, una margarita deshojada o cualquier traspiés en una acera caprichosa.
¿Fue un beso?; O quizás un tren perdido, un horizonte titubeando en su trapecio o un corazón que olvidó las llaves dentro.
Dame once minutos e inventaremos una nieve que resista al malhumor de agosto y que vista a muñecos que sólo tú y yo veremos.
Dame diez minutos y te mostraré como la luna se emborracha de cielo hasta terminar juntos en la cama.
Dame nueve minutos y releeremos el final de tu cuento preferido.
Dame ocho minutos para secuestrar dos caballos de un tiovivo y perseguir caminos que se crucen, se separen y que mueran antes de llegar a un destino.
Dame siete minutos, cierra los ojos, y con acuarela roja te pintaré una sonrisa infranqueable.
Dame seis minutos para abrir ventanas donde solo hubo niebla y sembrar flores en tu alfeizar.
Dame cinco minutos y cantaremos tu canción en cualquier tejado para que solo puedan oírte los gatos y un par de canalones desalentados.
Dame cuatro minutos y si estás feliz, multiplicaré por tres sus doscientos cuarenta segundos.
Dame tres minutos y te enseñaré el secreto para contar el infinito.
Dame dos minutos y buscamos un escondite que cuando más te busquen, se vuelva transparente.
Dame un minuto y yo te doy una caja. Mete tus lágrimas, ya no te hacen falta. Ni siquiera recuerdas por qué llorabas….
Dame once minutos. O diez y la mano. Ese es el trato.
Te sacaré de este mundo por la puerta de atrás. Nadie nos ve, hazme caso, coge mi mano con fuerza y ponte este vestido hilado de curiosidad y esperanza. Quítate los zapatos, no los necesitaremos, vamos a chapotear en demasiados charcos y a pisar unas cuantas nubes negras.
¿Qué te hizo llorar? ¿Fue una canción?; Tal vez una despedida, un cielo encapotado, una margarita deshojada o cualquier traspiés en una acera caprichosa.
¿Fue un beso?; O quizás un tren perdido, un horizonte titubeando en su trapecio o un corazón que olvidó las llaves dentro.
Dame once minutos e inventaremos una nieve que resista al malhumor de agosto y que vista a muñecos que sólo tú y yo veremos.
Dame diez minutos y te mostraré como la luna se emborracha de cielo hasta terminar juntos en la cama.
Dame nueve minutos y releeremos el final de tu cuento preferido.
Dame ocho minutos para secuestrar dos caballos de un tiovivo y perseguir caminos que se crucen, se separen y que mueran antes de llegar a un destino.
Dame siete minutos, cierra los ojos, y con acuarela roja te pintaré una sonrisa infranqueable.
Dame seis minutos para abrir ventanas donde solo hubo niebla y sembrar flores en tu alfeizar.
Dame cinco minutos y cantaremos tu canción en cualquier tejado para que solo puedan oírte los gatos y un par de canalones desalentados.
Dame cuatro minutos y si estás feliz, multiplicaré por tres sus doscientos cuarenta segundos.
Dame tres minutos y te enseñaré el secreto para contar el infinito.
Dame dos minutos y buscamos un escondite que cuando más te busquen, se vuelva transparente.
Dame un minuto y yo te doy una caja. Mete tus lágrimas, ya no te hacen falta. Ni siquiera recuerdas por qué llorabas….
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