BALAS

Y… ¿qué pasa cuando una bala atraviesa tu pecho sin billete de retorno? 

Te desplomas en ese sillón de terciopelo violeta y suave, que contrarresta con tu arisco llanto. Te miras al espejo y ves a esa niña despeinada, con la mirada cabizbaja y la mano temblorosa aún sujetando el maldito revolver que te ha llevado a esa trágica película.

Hay juegos peligrosos. Horas y minutos kamikazes que con una palmada en la espalda te invitan a lanzarte al vacío.

Tarde de viento a favor en la que decides caminar en dirección contraria. Chocarte a tu paso con farolas, ojos indiferentes y corazones heridos. Te derrumbas en la primera acera que te salude y naufragas con ella hasta alcanzar moribunda alguna orilla de arena sumisa.

Aguarda a la próxima primavera, ahora sólo eres un libro releído, una margarita deshojada. Sólo una flor herida

CUENTA ATRÁS

Las dos de la madrugada. Una ventana abierta, unas cortinas que se cuelgan del cuello de un viento al que le gusta trasnochar y esa canción de Nirvana golpeando las paredes de la habitación.

Unas sábanas más libres que el grito que antes de volver a su boca, se traviste de eco desgarrado. Ese perfume que tantos días me ha acompañado a la puerta y con el que suficientes noches me he acostado. Una copa de vino que me arranca la lengua y me coge la mano.

Un revolver que yace en la mesilla, me mira de reojo, me desea, me apunta, me dispara…

Rápido, mírame a los ojos, emborráchate con ellos. Bébete mi mirada y escupe al suelo tu vergüenza. Ahora somos tres. Tú, yo y las agujas de ese maldito reloj que amenazan con dar una vuelta de 360 grados.

Ignóralas. Olvídate de cuanto te contaron, pierde la memoria, aprende en mis labios y dibuja en mi cintura.

Abrázame fuerte, tan fuerte que me hagas daño. Yo haré lo mismo.
Llévame contigo a la ventana, enséñame a olvidarme de la canción que desde hace dos horas lucha por no ahogarse en la saliva de un silencio necio y desagradecido. Llévame a la cama. Soñemos.

Cuéntame secretos que sepan a sangre y arrópame con mentiras indefensas que huelan a piruleta.

Refúgiate en mis brazos y confiésales las lágrimas que nunca salieron de los bolsillos de tu pantalón de sastre. Les haré un hueco entre las caricias anónimas y los sentimientos cifrados.

Queda poco, apenas 3 horas, mírame fuerte, duerme y si te vas por la ventana, no me despiertes.

Fue tan real…