TALESTRIS

Sometiendo a las indómitas aguas del Mar Caspio, las olas escriben con senderos de espuma el camino que me lleva hasta Hicarnia.
 Mirando atrás, puedo adivinar aún el tímido reflejo de Temiscira que me mira con orgullo al ver partir a su Reina en busca de aquello que anhela.

Al fondo, un horizonte. La inalcanzable cornisa de tus ojos. El mapa donde tantas otras se perdieron navegando. La historia que vestirá estanterías repletas de libros.

Alejandro….dime que eres tú. Susúrrame al oído que son más míos que nunca los brazos que me envuelven. Vísteme con tu aliento, inventa para mí un vestido adornado con tu valentía.

Sosiega con tu regia espada todo cuanto en mí está subyugado por los temores. Hazme víctima y hazme verdugo. Guardiana de tus noches, prisionera de tu futuro.

PUÑALADAS

No me des razones para quererme, tengo demasiadas, pero hoy se ahogan en un lago de agua transparente. Están en una caja, debajo de la cama, donde se guardan las pesadillas y alguna que otra vergüenza inconfesable.

Indefensa como  la hoja que cuenta el fin de sus días en un otoño súbito e inapelable. Etérea como un puñado de sueños que se resbalan de la mano para ir a morir a la orilla de la playa.

Y soy cruel. Como la tortura de encerrar bajo llave a un beso prohibido. Como soñar en blanco y negro. Como estar obligado a vivir cuando el corazón sólo bombea silencio. 

Me miro en el espejo, llevo mis manos hacia ese cuello, temblorosas e inseguras. Lo rodean, lo aprietan, sienten cada mililitro de sangre corriendo como una hormiga despavorida, que huye ansiosa a refugiarse en su montoncito de arena.

 Te estrangularía allí mismo si tuviera el valor que hace falta para dejar de pensar con las manos.

HOY...

Quiero escribir y vestir de colores a este puñado de folios en blanco. Ahogarme en la sangre que llora esta pluma sonámbula, resbalarme por su cornisa, aferrarme a su filo metálico, frío, hiriente. Ir a parar a un mar enfurecido que abandona a su rabia en una costa llena de palabras náufragas.

Quiero correr sola por la ciudad a las cuatro de la madrugada, dar patadas a una lata, mojarme con la luz de una farola que me mira asombrada. Colgarme de tu brazo y robarle al tiempo las agujas.

Quiero quedarme muda gritando, olvidar mi voz en cada semáforo