LÁPICES DE COLORES


A veces juego a perderme de vista durante unos minutos. Cierro los ojos e involuntariamente la brisa me lleva a un lugar donde huele a amapolas y sólo escucho el susurro tímido de unas espigas verdes que se mecen de izquierda a derecha y de derecha a izquierda y cuyo vaivén me propone balancearme en sus brazos.

Allí no hay relojes, ni timbres que avisen de que llegó alguien, ni siquiera hay rejas en las ventanas. Es un mundo desdibujado y allí estoy yo, sentada con un puñado de lápices de colores. Pinto el cielo, con un sol inmenso, algunas nubes con las que me entretengo en adivinar su forma. Esa parece un elefante. Y aquella de allí, una rana.

 Pinto caracolas blancas que acerco a mi oído y me inquietan al imaginarme cómo pudo entrar allí la playa.

Dibujo a mi madre y dos manos grandes que nunca se desatan. Le enseño mis dibujos, margaritas, vestidos morados y ojos verdes, mis preferidos.

El juego se acaba, guardo mis lápices de colores en su caja, y seguiré dibujando mañana….

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