BEING BAD


Las doce de la noche. Soy puntual.
Sus ojos no pueden ocultar el ansia que minutos antes se desnudaba y dejaba al descubierto las ganas de verme.
No hay saludo, apenas un leve contacto de nuestras miradas. La suya me busca, la mía le esquiva.

Me dirijo hacia su alcoba, donde me espera una copa de vino que desconsolada llora lágrimas de color sangre, a la vez que acaricia mi garganta. La apuro de tres tragos. Me arden el pecho y las ganas de girarme. Allí está….detrás de mí, esperando. Dócil como el perro que no se mueve de los pies de su amo.

Le miro altiva, con el desdén con que se le da una patada a un cristal abandonado a su suerte en la acera.

Me acerco, y cuanto menor es el puñado de centímetros que nos separa, más huelo el miedo. Siento su corazón aferrado a un violín que grita notas de desconsolado dolor.

Nuestros labios aún no se han tocado y vive arrodillado ante el minuto exacto de la despedida.

Como cada encuentro, me llora. Me ruega. Y yo……..yo solo sé poner tierra de por medio con un portazo…

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