SOLEDAD

Y algunas noches, con las llaves aún en la mano, se para frente a la puerta y no se atreve a conjugar el verbo abrir.

Tímido, agacha la cabeza y vuelve a recorrer a la inversa el puñado de escaleras que minutos antes se fundían en un beso con las desgastadas suelas de sus zapatos.

Ya en el portal, se mira las manos, grandes, robustas, aparentemente seguras. Eso podría decir de ellas cualquiera que no supiera que en realidad están paralizadas por el miedo. Temblorosas y atrapadas en mareas de sudor frío que rompe su oleaje contra calas de rocosa indecisión.

Otra noche más sin atreverse a dormir en su cama. Sale y camina. Juega a mirarse los pies  y a confundir sus pasos con los de aquellos que pasan por la baldosa de al lado. Eso le hace sentirse acompañado.

Camina rápido. No tiene prisa, nadie le espera. Como la férrea ancla de un barco pirata, su mirada se clava en su particular fondo.

Sin demasiada curiosidad, consigue esbozar un guiño de complicidad con la luna, testigo de su hiriente y mezquina soledad.

1 comentario:

  1. hola,pase ,y la verdad me gusto mucho tu sitio,escribes con sentir, con el alma.
    saludos,te espero por mi blog

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