SIEMPRE NOS QUEDARA PARIS






Siempre hay lugar para la sorpresa en esta vida
imprevisible en la que doblar la
esquina puede significar darte de bruces con ella.
Como diria la teoría del Ying y el Yang, puedes tropezarte con el silencio mas ensordecedor dentro del ruido más absoluto y con la luz más penetrante entre la oscuridad más cegadora.
Un día, caminas por la calle de la rutina y del mundo banal. Como tantos otros, no prestas atención a las baldosas que pisas. Una fuerza interior encarrila tus pies como si de marionetas de circo se trataran. Recorres metros de asfalto y rostros sin nombre sin percatarte de norte, sur, este u oeste. Solo caminas, piensas, sueñas, cantas, ríes y tejes telarañas en tu mundo interior.
Ni el frío que quema en la cara, ni el bullicio que duele en el silencio consiguen rescatarte de tu letargo.
Es entonces cuando tus llaves caen violentamente al suelo y por un segundo vuelves a la realidad. Solo por inercia, caes con ellas, desciendes, y algo para el tiempo por unos segundos de arena. Dos ojos te miran, te atraviesan, te enternecen y te intimidan.
Él acaricia tu mano y por unos segundos se rompe tu burbuja, te hallas bailando un vals con un desconocido sobre una arena cálida y serena.
Le abrazas fuerte y le sientes como se siente una manta en invierno o una mano en la soledad más inmunda.
Te besa. Le besas. Tu corazón enmudece durante un minuto disfrazado de inmortalidad.
Un segundo a su lado, sesenta al lado de cualquiera, una mirada suya, un eclipse que se deja ver cada 4 años y una canción compartida, la banda sonora de la mejor película que se proyectó nunca.
Recoges tus llaves, echas el cierre a tu burbuja y el show debe continuar. El director de orquesta capitanea a tus pies a golpe de batuta y lo que fue melodía vuelve a ser alboroto.
¿Fue un sueño? Pellizco suavemente mi brazo. Me duele. Parece que estoy despierta.
En fin….we’ll always have Paris

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