Vueltas entre las sábanas y un vestido de inquietud pegado a tu cuerpo que te aprisiona y te postra en una cama inundada de hojas de cuaderno.
Renglones que se tuercen, apuñalados por las altas horas de una tenue madrugada. Sobre ellos, escritos con anhelo, tus sueños….
Pasean agarrados de la mano y se paran cinco minutos para beberse bajo la luna un vals desesperado.
A los pies de tu cama, una margarita deshojada. Te quiere, no te quiere…ya no esperas nada.
Te incorporas con violenta fuerza, y parece fácil oír como se rompen las cadenas que te mantienen atada. Arrastras tus pies por centímetros de suelo que se hacen eternos entre ese espejo y tu mirada.
Ahí está ella, mirándote sin reproches, orgullosa de lo que eres.
Bella y altiva.
Segura como el reflejo de una llama que nunca tuvo tiempo para extinguirse. Inocente como el agua que harta de recorrer senderos, necesita la caricia cómplice de las piedras que se encuentra en el camino.
Princesa y guerrera.
Fuerte como la madera que se disfraza de raíces para aferrarse a la desnuda tierra e ingenua como los ojos de un niño persiguiendo un copo de nieve en Enero.
Ahí estáis….tú y la vida. Esa que siempre espera en el alféizar de tu ventana.