No me des razones para quererme, tengo demasiadas, pero hoy se ahogan en un lago de agua transparente. Están en una caja, debajo de la cama, donde se guardan las pesadillas y alguna que otra vergüenza inconfesable.
Indefensa como la hoja que cuenta el fin de sus días en un otoño súbito e inapelable. Etérea como un puñado de sueños que se resbalan de la mano para ir a morir a la orilla de la playa.
Y soy cruel. Como la tortura de encerrar bajo llave a un beso prohibido. Como soñar en blanco y negro. Como estar obligado a vivir cuando el corazón sólo bombea silencio.
Me miro en el espejo, llevo mis manos hacia ese cuello, temblorosas e inseguras. Lo rodean, lo aprietan, sienten cada mililitro de sangre corriendo como una hormiga despavorida, que huye ansiosa a refugiarse en su montoncito de arena.
Te estrangularía allí mismo si tuviera el valor que hace falta para dejar de pensar con las manos.
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