Las ocho, los últimos rayos de una tarde de agosto, que cansados de brillar se dejan morir en el horizonte y....yo.
Apoyada sobre un puente entre tu mirada y la mía, respiro calma de una atmósfera que descoloca mi pelo y juega a enredar una tras otra sus ondas.
Me tiendes la mano, y me dejo perder en la sutileza de tus palabras