Y… ¿qué pasa cuando una bala atraviesa tu pecho sin billete de retorno?
Te desplomas en ese sillón de terciopelo violeta y suave, que contrarresta con tu arisco llanto. Te miras al espejo y ves a esa niña despeinada, con la mirada cabizbaja y la mano temblorosa aún sujetando el maldito revolver que te ha llevado a esa trágica película.
Hay juegos peligrosos. Horas y minutos kamikazes que con una palmada en la espalda te invitan a lanzarte al vacío.
Tarde de viento a favor en la que decides caminar en dirección contraria. Chocarte a tu paso con farolas, ojos indiferentes y corazones heridos. Te derrumbas en la primera acera que te salude y naufragas con ella hasta alcanzar moribunda alguna orilla de arena sumisa.
Aguarda a la próxima primavera, ahora sólo eres un libro releído, una margarita deshojada. Sólo una flor herida